Este pasado martes, 28 de Febrero, celebramos en Andalucía el Día de la Comunidad Andaluza. Se conmemora la celebración del referéndum de ratificación autonómica por la vía del articulo 151 de la Constitución, que era el camino que los legisladores habían propuesto para las comunidades de primera categoría, vasca. catalana, gallega. Aquí, los partidos políticos andaluces decidieron ganar esta primera categoría a través de un referéndum que, a pesar de las duras condiciones que se le impusieron desde el gobierno nacional, fuimos capaces de sacarlo adelante. Por cierto que esa distinción de autonomías de primera y de segunda se notaron en los primeros años de esta democracia porque se traspasaban más competencias, pero ahora ya son todas iguales con las excepciones de la vasca y navarra (el chollo de los Fueros con el Concierto Económico y Fiscal que les proporcionan una posición muy ventajosa con respecto al resto de España, pero en fin esto fue un «regalito» que nos dejaron los negociadores de la Constitución)) y la catalana por su ambición de independencia.

Pero aunque en Andalucía había sentimientos históricos e identitarios, como en cualquier territorio, porque tenemos tanta historia como el que más, no fueron estos sentimientos los que nos llevaron a reivindicar la mejor autonomía sino que se pensó que era el mejor camino para desarrollar social, cultural y económicamente nuestra región y reducir la brecha que teníamos con los niveles de desarrollo de otros territorios.

En estos años de autonomía hemos mejorado mucho pero la brecha no la hemos quitado. Hemos crecido en términos absolutos, como todas las demás comunidades, pero no en términos relativos comparándonos con el resto de España.

Otro objetivo de la autonomía era articular la propia Andalucía. Por su gran tamaño territorial, Andalucía necesitaba vertebrar las ocho provincias. Pero esto tampoco se ha conseguido, por lo menos en la proporción que se quería. Hay provincias demasiado aisladas por carecer de las infraestructuras necesarias para comunicarse con el resto y desde luego demasiado peso político y administrativo de Sevilla que no ayuda a esa vertebración.

Por último me da pena que en un día como este no participe la mayoría de los ciudadanos andaluces en su celebración, aunque solo sea poniendo en sus casas, en sus balcones, una bandera andaluza. Yo desde luego la pongo, pero puede que sea el único en una población con cerca de 100.000 habitantes.

Si logro que alguno de los que lean estas lineas me acompañe el año que viene colocando una bandera andaluza en su casa, me sentiré satisfecho porque este escrito habrá valido para algo.