No conozco a Antonio Moyano Jimenez, aunque por mi edad seguro que conoceré a sus padres o sus abuelos, que ha escrito una referencia a mi madre y a la casa en que nací que me ha gustado y emocionado y que se lo agradezco.
Soy el único hijo vivo de Dña. Paca que es como se le conocía en el pueblo y doy fe que en las fiestas de Santa Ana las puertas de mi casa han estado abiertas para toda persona que, queriendo o empujado por las vacas, se han cobijado en ella y siempre han dispuesto de un botijo con agua fresca, cervezas en el frigorífico y la mesa del comedor llena de aperitivos, entre los que no faltaban las hojuelas y el relleno que le salían buenísimos. Lo que dice Antonio fue una costumbre habitual que lo hizo la forma de ser de Dña. Paca. Te repito, Antonio Moyano Jimenez, las gracias por el emotivo escrito.
El incidente al que hace referencia Jose Antonio Barroso ocurrió por una descoordinacion entre el cierre de la puerta de la calle y la apertura de la cancela que hizo que del primer empujón de la vaca se plantó en mitad de la casa y a dos metros de donde estábamos sentados mi madre y yo. Me dio tiempo a meterla en la cocina porque un joven anónimo (no pude saber quien era para agradecérselo) ganó unos segundos tirándole del rabo. A continuación me veo con la vaca delante mía y sin esperarlo tira para el patio, creo que atraída por la luz del sol. Se comió las macetas fresquitas recién regadas. Mientras, salían de las habitaciones y de debajo de las camas decenas de personas. Cuando creíamos que habría que sacrificarla allí, porque es difícil que pase de la luz a la oscuridad, se volvió y salio a la calle no sin antes arrasarlo todo, macetas maceteros, sillas, todo. Hasta arrancó de cuajo la puerta del comedor. A partir de ese año se puso la barrera. Esto que he resumido mucho tiene anécdotas para escribir el doble.
FELICES FIESTAS